lunes, 15 de octubre de 2012

...pero volvamos a la existencia del hombre.

Hay dos formas de hablar de la realidad:
- La primera es la de la ciencia, que habla de una realidad objetiva, de la que son capaces de decir algo solamente en la medida en que eliminan la experiencia del hombre, la experiencia sensorial cualquiera que sea. La experiencia del hombre se ve sustituída por la fotografía o por otra cosa. Hay, pues, una realidad objetiva que se puede probar, que está ahí, por fuera, en el tiempo y el espacio. En París hay un río que se llama Sena, esa es una realidad objetiva que se puede ir a ver. Es la realidad científica que el hombre puede vivir mediante una experiencia exterior.
-En segundo lugar, hay una realidad interior que se experimenta por dentro: la alegría, el dolor, el sufrimiento, el placer...Esa es la realidad de los sentimientos, que solamente es subjetiva para la ciencia y de la que ésta desconfía. Pero, en esa realidad que el hombre siente interiormente, hay grandes diferencias: por un lado, están las experiencias que forman parte todavía del hombre natural, etc., que proceden de todo un campo de experiencias naturales exteriores e interiores.
Pero, por otro lado, el hombre es capaz de experimentar, de vez en cuando, algo excepcional relacionado con todo lo que precede, algo extraordinario, duera de lo corriente. En ese caso, se trata de una realidad que, al parecer, sobrepasa los límites del hombre normal en todos los planos, una realidad trascendente...
Igual que en las ciencias debe darse lo que se llama el "consensus omnium", la equiescencia de todos sobre el resultado obtenido y la posibilidad de que lo reconozca cada inteligencia, en el terreno de la trascendencia sucede lo contrario: el círculo de los que "saben" disminuye...

K. G. Dürckheim
(trad. de D. García Valverde)