Oigo y contemplo a Dios en cada objeto,
aunque no comprendo a Dios en absoluto,
ni comprendo qué puede haber más maravilloso que yo mismo.
¿Por qué he de desear ver a Dios antes que a este día?
Veo algo de Dios en cada una de las veinticuatro horas
y en cada momento.
En los rostros de hombres y mujeres veo a Dios
y en mi propio rostro ante el espejo.
Encuentro cartas de Dios caídas en la calle
y cada una va firmada con el nombre de Dios.
Y las dejo donde están porque sé que, vaya adonde vaya,
otras, puntualmente, aparecerán siempre.
Walt Whitman