viernes, 27 de febrero de 2015

El espíritu en cautiverio -fragmento-

Es muy usual que, cuando un hombre llega a un trato espiritual íntimo con Dios, se sienta completamente cambiado interiormente. nuestro espíritu sufre una conversión, una metanoia, que reorienta nuestro ser íntegro luego de elevarlo a un nuevo nivel -e incluso pareciera que cambia nuestra naturaleza misma-.
Entonces, la "auto-realización" se convierte en la consciencia de que somos completamente distintos de nuestros egos normales empíricos. Al mismo tiempo, estamos vívidamente conscientes del hecho que este nuevo modo de ser es verdaderamente más "normal" que la existencia ordinaria. Es más "natural" estar "fuera de nosotros mismos" y ser llevados libre, íntegramente hacia el "Otro" -hacia Dios en Sí mismo o hacia otros hombres- que lo que es el estar centrados y encerrados en nosotros mismos. Nos sentimos más verdaderamente humanos cuando nos elevamos al plano de lo divino.
Nos trascendemos a nosotros mismos, nos vemos bajo una nueva luz al perdernos de vista, dejando de vernos para ver a Dios. Así, en un solo acto, efectuamos el doble movimiento de volver a nosotros y salir de nosotros, lo cual nos devuelve al estado paradisíaco para el que fuimos originalmente creados.

Es una lástima que esta metanoia sea tan rara -a menudo completamente desconocida- en la vida de los hombres. En verdad, ningún poder natural, ninguna humana ingenuidad, ningún coraje ni generosidad extremos son suficientes por sí mismos para producir semejante cambio del corazón.
Debe hacerce por obra de Dios, la obra de la gracia. Es un don divino. Pero si este don es raro, no es debido a ninguna mezquindad por parte de un Dios infinitamente liberal. Es debido a nuestro temor, a nuestra ceguera, a nuestra ignorancia, a nuestro odio por el riesgo. Porque, después de todo, para poder efectuar ese salto hacia el exterior debemos querer dejar todo lo que nos pertenece: todos nuestros planes, todas nuestras dudas, todos nuestros juicios. Eso no significa que dejemos de pensar y de actuar, sino que estemos preparados para cualquier cambio que la acción de Dios pueda realizar en nuestras vidas.
De esta prontitud para cambiar depende nuestro destino sobrenatural íntegro. Existen pocos contemplativos verdaderos en el mundo porque hay pocos hombres que puedan perderse por completo a sí mismos, estando enteramente dispuestos a amar. Vale decir, hay pocos que pueden renunciar a sus propios métodos de automantenimiento en el viaje espiritual hacia Dios. Esto equivale a decir que hay muy poca fe, aun entre personas religiosas. Quizá especialmente entre ellas.
Porque cuando un hombre se acerca a Dios y comienza a descubrir que el Señor está oculto en las nubes de una trascendencia infinita e inexorable, comienza a tener miedo del Unico que es completamente Otro.

Thomas Merton
 

viernes, 6 de febrero de 2015

Ventana del alma -reflexiones-

Por Swami Shivapremananda

Criticando a una persona se la empeora; en cambio, manifestándole algo que tenga de bueno, se le hará nacer la confianza en sí misma, pensará menos en sus defectos y más en sus cualidades, y el reconocimiento visto por el ojo ajeno le ayudará a fomentar esas cualidades, en el proceso de corregir sus errores. Generalmente vemos la gente a la luz de nuestra propia subjetividad. Nos anteponemos al otro individuo y pretendemos haberlo comprendido, pero lo vemos como desearíamos y quisiéramos que fuera; debemos tomarnos la molestia de tratar de comprender cómo es él realmente.
Se puede rechazar la acción de una persona, pero no rechazar al hombre; a éste hay que tratar de entenderlo e indagar los motivos que lo indujeron a tal acción. Si alguien quiere disciplinarse, debe tener un ideal y amar ése ideal que es el aliciente. Sin crear inspiración, sin crear comprensión, no puede producirse sublimación, no puede haber armonización.
Vivimos en un mundo de dualidad. Siempre existirá felicidad e infelicidad. A la oscuridad sigue el amanecer, pero el amanecer no perdura siempre, viene el día, el día va hacia el crepúsculo y luego viene la noche. Aprendamos a aceptar la vida con calma y fortaleza, firmeza y valentía, porque en nuestro interior mora el espíritu. Nada puede sucedernos que no haya sido considerado bueno por la voluntad divina. Sin dominio sobre nosotros mismos seremos zarandeados de acuerdo a la reacción de la gente o a las circunstancias. Autocontrol no significa represión sino sublimación, contacto con el espíritu interior. Con represión no alcanzaremos el control, sino aumentaremos las dificultades.
El cometer una acción se siembra algo; al repetirla muchas veces se cosecha un hábito. Si cultivamos un hábito cosecharemos un carácter que luego se transformará en destino. De manera que el destino inmediato está ya perfilado por nuestro pasado, pero nuestro destino futuro está realmente en nuestras manos y puede ser modelado por nuestro pensamiento.
La conformidad produce hábito, falta de profundidad en nuestros sentimientos. La verdad para ser verdad, debe promover comprensión, la cual produce integración.
Cuando se está dispuesto a aceptar las cosas como son y no con juicios preconcebidos de cómo debieran haber sido, se les puede hacer frente mejor.
La humildad es la mezcla de sentimientos altruistas y de comprensión hacia los demás.

Un hombre sabio dijo:
Jamás he encontrado una persona que me haya molestado más que yo mismo.

El mal uso de la grandeza es no saber esconerla.
Se pierden las ilusiones cuando se busca la realidad.

Filosofía es la búsqueda de la verdad.
Religión es amor a esa verdad.
Filosofía es un anhelo por saber.
Religión es un anhelo por sentir.
Filosofía es mente.
Religión es corazón.
Ambas exigen compromiso.

Cuando se hace algo lamentándose o considerándolo un sacrificio, la acción pierde su valor y no hay recompensa: cuando se está muy consciente del valor de una acción, ese valor se anula.


 

jueves, 5 de febrero de 2015

Salir de nuestra forma de confort (fragmento)

La forma en que etiquetamos las cosas es la forma en que esas cosas nos parecen a nosotros. Si a un trozo de tierra le ponemos la etiqueta "China" o "Brasil" o "Estados Unidos", se convierte en una entidad con un pesado equipaje emocional. Cuando etiquetamos algo como bueno, lo vemos así. Y si lo etiquetamos como malo, lo vemos como algo malo. Estamos atrapados con las cosas que nos gustan y las que no, con quién tiene razón y quién no..., como si las etiquetas fueran la realidad definitiva. Sin embargo, la experiencia humana es una experiencia en la que no nos podemos quedar atrapados por nada, nada está definido de una vez por todas. La realidad siempre se está haciendo pedazos. En esa situación tan fugaz, la única cosa que tiene sentido para nosotros es tendernos las manos los unos a los otros.
Según nos vayamos moviendo en la dirección de ver más espacio alrededor de nuestras ideas fijas, de nuestro limitado sentido del yo, de nuestras nociones de lo que está bien y lo que está mal, las etiquetas en las que tanto hemos invertido, las grietas que se abran en nuestra forma convencional de experimentar la vida se harán cada vez más grandes. En ese punto podemos empezar a darnos cuenta de que si queremos cambiar la película de nuestra vida, tendremos que cambiar nuestra mente.
Hay una historia de Ed Brown, el chef zen, que habla de sus primeros días con su maestro, Suzuki Roshi. Ed era el jefe de cocina del Tassajara Zen Mountain Center de California en los años sesenta y se le conocía por su temperamento voluble. Una vez, en un ataque de furia, fue a buscar a su maestro y se quejó del estado de la cocina: la gente no limpiaba bien, hablaba demasiado, estaba distraída y no le hacía caso. Era un caos diario. Suzuki Roshi sencillamente le respondió:

                 "Ed, si quieres una cocina tranquila, tendrás que tranquilizar tu mente".

Si tu mente es ilimitada y expansiva, te darás cuenta de que estás en un mundo más complaciente, un lugar que siempre es interesante y está vivo. Esa cualidad no es inherente al lugar, sino a tu estado mental. El guerrero está deseando comunicar que todos nosotros tenemos acceso a nuestra bondad básica y que la libertad genuina viene de ir más allá de las etiquetas y proyecciones, más allá de las parcialidades y los prejuicios y de cuidar los unos de los otros.


Pema Chödrön


 

martes, 3 de febrero de 2015

La observación holística - La llama de la atención -

Nuestras vidas se hallan fragmentadas, divididas, jamás son algo total; nunca tenemos una observación holística. Observamos siempre desde un punto de vista particular. Estamos tan divididos internamente, que nuestras vidas son en sí mismas contradictorias y, por lo tanto, existe un constante conflicto. Nunca miramos la vida como una totalidad completa e indivisible. La palabra "total" (whole) significa estar sano, cuerdo; también quiere decir sagrado (holy). Esa palabra posee una gran significación. No se trata de que los múltiples fragmentos lleguen a integrarse en nuestra conciencia humana (siempre estamos tratando de integrar las diversas contradicciones). Pero, ¿es posible mirar la vida como una totalidad? ¿Mirar el sufrimiento, el placer, el dolor, la tremenda ansiedad, la soledad, el ir a la oficina, el tener una casa, el sexo, el tener hijos -mirarlo todo no como si fueran actividades separadas, sino como un movimiento holístico, como una acción unitaria? ¿Es eso posible de algún modo? ¿O estamos obligados a vivir eternamente en la fragmentación y, por ende, en el conflicto? ¿Es posible observar la fragmentación y la identificación con esos fragmentos? Observar, no corregir, no trascender, no escapar de ello ni reprimirlo, sino observar. No es un problema de qué hacer con ello; porque si ustedes intentan hacer algo al respecto, entonces actúan desde un fragmento y, por lo tanto, están cultivando más fragmentos y divisiones. Mientras que si pueden observar holísticamente, observar todo el movimiento de la vida como un movimiento único, entonces no sólo toca a su fin el conflicto con su energía destructiva, sino que de esa observación surge una manera totalmente nueva de abordar la vida. Y si se da cuenta, ¿se pregunta entonces cómo ha de reunir todo esto para hacer una totalidad?
¿Y quién es la entidad, el "yo" que ha de reunir todas estas diversas partes e integrarlas? Esa entidad,
¿no es acaso también un fragmento? El pensamiento es, en sí mismo, fragmentario, porque el conocimiento jamás es completo con respecto a nada. El conocimiento es memoria acumulada, y el pensamiento es la respuesta de esa memoria y, en consecuencia, es limitado.
El pensamiento nunca podrá producir una observación holística de la vida.

Observar holísticamente el movimiento total de la existencia, es vivir tanto la vida como la muerte. Pero uno se aferra a la vida y escapa de la muerte; ni siquiera habla de la muerte. De modo que no sólo estamos fragmentados en nuestra vida superficialmente, físicamente, sino que también nos hemos separado a nosotros mismos de la muerte.. ¿Qué es la muerte? ¿Acaso no forma parte de nuestra vida? Uno puede tener miedo, puede querer huir de la muerte y prolongar el vivir, pero siempre al final de ello está la muerte.

J. Krishnamurti

lunes, 2 de febrero de 2015

El arte objetivo


Definir el arte objetivo es difícil -le había dicho el señor Gurdjieff a su propio grupo- porque primero usted le adjudica al arte subjetivo todas las características del arte objetivo, y segundo, porque si se da el caso de que usted tropieza con el arte objetivo, no advierte que está en un nivel distinto del nivel del arte común. Yo mido el mérito de un arte por la consciencia que tiene, pero ustedes por su inconsciencia.
Una obra de arte objetivo es un libro que transmite las ideas del artista, no directamente apelando a palabras o signos o jeroglíficos, sino por medio de sentimientos que provoca en el observador en forma consciente, y con pleno conocimiento de lo que está haciendo y por qué lo está haciendo.

- Extracto del libro de Kenneth Walker "Enseñanza y sistema de Gurdjieff"

El hombre está dormido

La consciencia -dijo Ouspensky- no es una función, como afirman muchas obras occidentales sobre psicología, sino que es el conocimiento de una función. Por ejemplo, hay gente que emplea la palabra consciencia como si fuera sinónimo de pensar, si bien el pensamiento funciona sin el menor conocimiento de su existencia por parte del que piensa, y la consciencia puede existir sin que esté presente ningún pensamiento. La consciencia es una cosa variable que ejerce una influencia sobre la función, la presencia de un grado mayor de consciencia tiene el efecto de mejorar la calidad de nuestras distintas actividades. Mientras más conscientes estuviéramos de estar haciendo algo, mejor lo haríamos. Ouspensky ilustraba lo que quería decir apelando a una analogía.


                                                          Piotr Demiánovich Ouspensky

Asimilaba los varios centros que habíamos estado estudiando en sesiones anteriores a otras tantas máquinas que se encuentran alojadas en una fábrica, máquinas que pueden muy bien trabajar en la oscuridad, pero que funcionan mucho mejor si se encienden velas en el lugar de la fábrica en que han sido instaladas. Cuando la luz eléctrica sustituye a las velas, el desempeño de las máquinas mejora aún más, y cuando las persianas cerradas de las ventanas de las fábricas se abren de par en par y se deja entrar libremente la luz, las máquinas trabajan al máximo de su eficacia. La luz representa aquí la consciencia. Él nos decía que la experiencia habría de mostrarnos que el grado de nuestra consciencia varía a cada momento durante el día, siendo a veces un poco mayor y otras un poco menor. Si continuábamos observándonos a nosotros mismos con cuidado, veríamos que los momentos de "volver en sí" y darnos cuenta de nuestra existencia son muy cortos y están separados entre sí por largos lapsos de olvido de nosotros mismos, en los cuales pensamos, sentimos, nos movemos y actuamos sin estar conscientes en lo más mínimo de nuestra existencia. Es una insensatez decir, como lo dice mucha gente, que somos conscientes de nosotros mismos, y si fuéramos sinceros tendríamos que confesar que nos pasamos el día caminando dormidos, en un estado que se encuentra ubicado en algún punto entre el sueño que tiene lugar en la cama, y la vigilia o verdadero conocimiento de uno mismo. Hablamos, cumplimos con nuestros deberes, comemos y bebemos, escribimos cartas, hacemos la paz y declaramos la guerra, tomamos decisiones que creemos importantes, escribimos libros, todo ello en un estado de consciencia tan bajo que por lo general está más cerca de la condición de sueño, que de la de conocimiento de uno mismo. Sólo por un instante o dos nos tornamos ocasionalmente conscientes de nuestra existencia, y después, igual que una persona que se da vuelta en la cama y abre a medias los ojos, los volvemos a cerrar y volvemos otra vez a nuestros sueños.

- Fragmento escogido del libro "Enseñanza y sistema de Gurdjieff"  de Kenneth Walker.
El título original del libro en inglés es: A study of Gurdjieff´s teaching y la traducción es obra de Zohar Ramón del Campo.