no es una emoción. Empieza con un acto de la voluntad y se consuma como un advertimiento
puramente espiritual, un unitivo amor-conocimiento de la esencia de su objeto.
Entiendan todos que el verdadero amor de Dios no consiste en lloros, ni en aquella suavidad y
servir a Dios en la justicia, fortaleza de alma y humildad.
Santa Teresa