viernes, 27 de septiembre de 2013

La perspectiva del destino transcendental del hombre

En su libro Hara, Karlfried Dürckheim nos dice que "El estudio de la "forma humana"nos lleva a constatar la presencia, en su "forma justa", de un eje en torno al cual se mueve armoniosamente el "todo bipolar".
Las formas defectuosas, por el contrario, se caracterizan por la falta de centro, por lo tanto, por la falta de equilibrio y de medida entre todas las partes del cuerpo, así como por la no transparencia del conjunto.
Falta el centro cuando domina uno de los dos polos. Si predomina un polo está indicando, bien que hay un desplazamiento del centro de gravedad hacia la periferia (hacia arriba, por ejemplo), o la carencia total un centro. El resultado es, en el primer caso, una crispación centrada en la parte alta, y en el segundo, un abandono total, al ser el hombre presa de las fuerzas, tanto externas como internas, fuerzas que están amenazando con deshacer toda su persona. Si no hay una malformación fisiológica, las formas defectuosas del cuerpo humano tienen, todas ellas, una sola y única causa: la malformación del Yo, por no haber logrado el hombre dejarse formar como convenía.
Puede haber dos razones: Un Yo demasiado fuerte, siendo en este caso el hombre su prisionero, o bien un Yo excesivamente débil, que entrega al hombre, sin defensas, a la vida. Pero también existe un Yo bien formado, que se manifiesta en todos los movimientos y actitudes del hombre. ¿Qué es un Yo bien formado? ¿Qué relación hay entre éste y el "centro", entre éste y el Hara?
El problema de la formación del Yo es un tema fundamental de la vida humana. De esta formación depende la relación que el hombre establezca consigo mismo y con el mundo, así como su receptividad a la transcendencia. Y al igual que toda psicología no obtiene resultados válidos si no parte de los postulados meta-psicológicos, el problema de la formación del Yo no se puede abordar, en toda su amplitud, si no se enfoca bajo la perspectiva del destino transcendental del hombre.
En el origen y al final de toda vida, y a lo largo de su desarrollo, existe el YO SOY transcendente. En y detrás de cada cosa, por encima de todo lo que existe, el hombre presiente el Gran YO SOY, la serena presencia del Ser divino, del que mana la vida y al que la vida retorna. Por ese Gran YO SOY hay que comprender el espíritu universal, cuya fuerza creativa confiere a los seres y a las cosas la forma, y al hombre la consciencia.

Karfried Graf Dürckheim

 

lunes, 9 de septiembre de 2013

El principio esencial

Uno de los principios más importantes del Maestro Dogen es que no hace falta ni desear adquirir, ni dar, con idea de recibir.
Mushotoku es el principio esencial. Se concretiza en shikantaza: el arte de sentarse sin meta (postura de Budha) es lo esencial.
Cuando un hombre actúa o da algo, quiere recibir algo a cambio,  pero el zen es la filosofía de la gratuidad.
En zazén, el discípulo debe intentar obtener "lo más elevado de sí mismo" con un perfecto desinterés.
Si existe el deseo de obtener un resultado, éste no se obtiene. Lo puro se vuelve impuro.
Así, en toda obra de arte, en toda creación, el artista debe darse por entero, sin ocuparse de alcanzar fama, belleza o dinero, y sin sacrificar nada a la moda. Debe expresarse de la mejor manera que pueda y sin hacer compromisos. Entonces la obra podrá ser bella, pura y humana.


Lo mismo sucede con la búsqueda de la sabiduría. El discípulo no debe desear la sabiduría ni la felicidad. Pero obtendrá la sabiduría si día tras día, se esfuerza por conocerse, por ir más allá de sus límites, por darse a sí mismo sin esperar ningún provecho personal. Si alcanza la gratuidad de sus actos, la dicha vendrá por añadidura.
Todo apego, sea cual sea su naturaleza, aliena la libertad humana.
Romper las ataduras, los hábitos, amar sin apego, actuar sin fines personales.
Mantener las manos abiertas, dar, abandonar todo sin miedo de perder, no buscar nunca la posesión, tal debe ser la conducta del que hace zen.
La verdad reside en la sencillez.
Concentrados, volvemos la mirada hacia el interior de nosotros mismos, hacia el lado nocturno de nuestro ser, hacia la noche humana, El alba amanecerá. El mundo de la experiencia reside en nuestro espíritu.
La paz y el desapego serán las pruebas de la eficacia de nuestra búsqueda.
Nuestra vida no es ni pequeña ni estrecha, ni limitada, ni solitaria.
Nuestro cuerpo y el universo son uno.
Nuestro ego y el universo son uno.
El satori, el nirvana, son libertad.
El satori exige el don total de uno mismo.
El satori exige el total desapego de los intereses privados, espirituales y materiales.
El satori exige el amor perfecto.
La comunicabilidad es fuente de amor, de fuerza, de alegría.
El maestro Dogen dijo:
"Si mantenéis las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Si las cerráis, no obtendréis más que unos pocos granos".
Permaneced vigilantes, siempre dispuestos en cualquier momento, agudizad vuestra atención como la espada más cortante.
Solamente entonces estaréis en la Vía.


Taisen Deshimaru.