En su libro Hara, Karlfried Dürckheim nos dice que "El estudio de la "forma humana"nos lleva a constatar la presencia, en su "forma justa", de un eje en torno al cual se mueve armoniosamente el "todo bipolar".
Las formas defectuosas, por el contrario, se caracterizan por la falta de centro, por lo tanto, por la falta de equilibrio y de medida entre todas las partes del cuerpo, así como por la no transparencia del conjunto.
Falta el centro cuando domina uno de los dos polos. Si predomina un polo está indicando, bien que hay un desplazamiento del centro de gravedad hacia la periferia (hacia arriba, por ejemplo), o la carencia total un centro. El resultado es, en el primer caso, una crispación centrada en la parte alta, y en el segundo, un abandono total, al ser el hombre presa de las fuerzas, tanto externas como internas, fuerzas que están amenazando con deshacer toda su persona. Si no hay una malformación fisiológica, las formas defectuosas del cuerpo humano tienen, todas ellas, una sola y única causa: la malformación del Yo, por no haber logrado el hombre dejarse formar como convenía.
Puede haber dos razones: Un Yo demasiado fuerte, siendo en este caso el hombre su prisionero, o bien un Yo excesivamente débil, que entrega al hombre, sin defensas, a la vida. Pero también existe un Yo bien formado, que se manifiesta en todos los movimientos y actitudes del hombre. ¿Qué es un Yo bien formado? ¿Qué relación hay entre éste y el "centro", entre éste y el Hara?
El problema de la formación del Yo es un tema fundamental de la vida humana. De esta formación depende la relación que el hombre establezca consigo mismo y con el mundo, así como su receptividad a la transcendencia. Y al igual que toda psicología no obtiene resultados válidos si no parte de los postulados meta-psicológicos, el problema de la formación del Yo no se puede abordar, en toda su amplitud, si no se enfoca bajo la perspectiva del destino transcendental del hombre.
En el origen y al final de toda vida, y a lo largo de su desarrollo, existe el YO SOY transcendente. En y detrás de cada cosa, por encima de todo lo que existe, el hombre presiente el Gran YO SOY, la serena presencia del Ser divino, del que mana la vida y al que la vida retorna. Por ese Gran YO SOY hay que comprender el espíritu universal, cuya fuerza creativa confiere a los seres y a las cosas la forma, y al hombre la consciencia.
Karfried Graf Dürckheim
Las formas defectuosas, por el contrario, se caracterizan por la falta de centro, por lo tanto, por la falta de equilibrio y de medida entre todas las partes del cuerpo, así como por la no transparencia del conjunto.
Falta el centro cuando domina uno de los dos polos. Si predomina un polo está indicando, bien que hay un desplazamiento del centro de gravedad hacia la periferia (hacia arriba, por ejemplo), o la carencia total un centro. El resultado es, en el primer caso, una crispación centrada en la parte alta, y en el segundo, un abandono total, al ser el hombre presa de las fuerzas, tanto externas como internas, fuerzas que están amenazando con deshacer toda su persona. Si no hay una malformación fisiológica, las formas defectuosas del cuerpo humano tienen, todas ellas, una sola y única causa: la malformación del Yo, por no haber logrado el hombre dejarse formar como convenía.
Puede haber dos razones: Un Yo demasiado fuerte, siendo en este caso el hombre su prisionero, o bien un Yo excesivamente débil, que entrega al hombre, sin defensas, a la vida. Pero también existe un Yo bien formado, que se manifiesta en todos los movimientos y actitudes del hombre. ¿Qué es un Yo bien formado? ¿Qué relación hay entre éste y el "centro", entre éste y el Hara?
El problema de la formación del Yo es un tema fundamental de la vida humana. De esta formación depende la relación que el hombre establezca consigo mismo y con el mundo, así como su receptividad a la transcendencia. Y al igual que toda psicología no obtiene resultados válidos si no parte de los postulados meta-psicológicos, el problema de la formación del Yo no se puede abordar, en toda su amplitud, si no se enfoca bajo la perspectiva del destino transcendental del hombre.
En el origen y al final de toda vida, y a lo largo de su desarrollo, existe el YO SOY transcendente. En y detrás de cada cosa, por encima de todo lo que existe, el hombre presiente el Gran YO SOY, la serena presencia del Ser divino, del que mana la vida y al que la vida retorna. Por ese Gran YO SOY hay que comprender el espíritu universal, cuya fuerza creativa confiere a los seres y a las cosas la forma, y al hombre la consciencia.
Karfried Graf Dürckheim