por Miguel Fochesatto
Todo debe ser observado bajo la lupa de nuestra consciencia. Mirar desde afuera, dejar de lado todo nuestro condicionamiento.
Todo, absolutamente todo tiene que ser cuestionado. Es muy importante verse a uno mismo de la misma manera como miramos a un extraño, como observaríamos a alguien desde la vereda de enfrente, pero ese mirar debe ser a través de unas lentes transparentes, absolutamente limpias. Si miramos desde nuestros prejuicios, desde nuestro pequeño Yo, desde nuestro conocimiento, desde las impresiones ya instaladas producto de mi primera educación, de mis miedos, de mi temor, mi egoísmo, mi vanidad, etc. volvemos a ver una serpiente donde en realidad hay una cuerda, nuestro ver se ha distorsionado. Penetrar en nuestro interior, descender hasta lo más profundo de nosotros mismos, es una tarea ardua, porque nos vamos a encontrar con topes, con muros que se levantan ante nosotros, que entorpecerán nuestro trabajo, topes que son los encargados de limitar nuestra visión, poniendo un velo sobre nuestros ojos interiores. No dejarse agobiar por lo que uno ve, es de fundamental importancia, nunca hay que dejarse perturbar por nada. Es necesario intentar dar un salto cualitativo, esperar pacientemente una mirada desde arriba, un esperar sin desear nada, una mirada que no nos pertenece, que está siempre fuera de nuestra cabeza, fuera de nuestro limitado yo. Para poder vernos como realmente somos no es necesaria nuestra intervención. Solamente con la práctica constante, ininterrumpida, haciendo el trabajo de un buen jardinero, trabajando esta tierra que está a nuestro cuidado, dándole desinteresadamente lo que necesita, esto es quizás, cuanto uno pueda hacer para que pueda ocurrir un milagro, el milagro de la nueva vida. Cuando uno llega a verse sin criticarse, sin culparse, sin aprobarse, se produce un hecho extraordinario, y se produce un gran alivio, la carga es depositada al costado del camino, ya no es necesaria. Nos liberamos de todos los actos realizados porque comprendemos que fueron llevados a cabo bajo la tremenda influencia de nuestro condicionamiento, un condicionamiento tal que, literalmente, apenas si nos permite participar de una vida propia. El pasado no puede modificarse, ya está hecho. En su momento actuamos como mejor podíamos con la comprensión que teníamos de las circunstancias. Si uno se anima a soltar, aquí, ahora, aunque sea por un instante, todo el condicionamiento adherido, todos los hábitos, tendencias, opiniones que conforman el falso Yo, quizás afortunadamente, pueda vivenciar otra dimensión, la dimensión de la verticalidad, la del silencio.
El gran obstáculo es nuestro Yo.
Miguel Fochesatto
Todo debe ser observado bajo la lupa de nuestra consciencia. Mirar desde afuera, dejar de lado todo nuestro condicionamiento.
Todo, absolutamente todo tiene que ser cuestionado. Es muy importante verse a uno mismo de la misma manera como miramos a un extraño, como observaríamos a alguien desde la vereda de enfrente, pero ese mirar debe ser a través de unas lentes transparentes, absolutamente limpias. Si miramos desde nuestros prejuicios, desde nuestro pequeño Yo, desde nuestro conocimiento, desde las impresiones ya instaladas producto de mi primera educación, de mis miedos, de mi temor, mi egoísmo, mi vanidad, etc. volvemos a ver una serpiente donde en realidad hay una cuerda, nuestro ver se ha distorsionado. Penetrar en nuestro interior, descender hasta lo más profundo de nosotros mismos, es una tarea ardua, porque nos vamos a encontrar con topes, con muros que se levantan ante nosotros, que entorpecerán nuestro trabajo, topes que son los encargados de limitar nuestra visión, poniendo un velo sobre nuestros ojos interiores. No dejarse agobiar por lo que uno ve, es de fundamental importancia, nunca hay que dejarse perturbar por nada. Es necesario intentar dar un salto cualitativo, esperar pacientemente una mirada desde arriba, un esperar sin desear nada, una mirada que no nos pertenece, que está siempre fuera de nuestra cabeza, fuera de nuestro limitado yo. Para poder vernos como realmente somos no es necesaria nuestra intervención. Solamente con la práctica constante, ininterrumpida, haciendo el trabajo de un buen jardinero, trabajando esta tierra que está a nuestro cuidado, dándole desinteresadamente lo que necesita, esto es quizás, cuanto uno pueda hacer para que pueda ocurrir un milagro, el milagro de la nueva vida. Cuando uno llega a verse sin criticarse, sin culparse, sin aprobarse, se produce un hecho extraordinario, y se produce un gran alivio, la carga es depositada al costado del camino, ya no es necesaria. Nos liberamos de todos los actos realizados porque comprendemos que fueron llevados a cabo bajo la tremenda influencia de nuestro condicionamiento, un condicionamiento tal que, literalmente, apenas si nos permite participar de una vida propia. El pasado no puede modificarse, ya está hecho. En su momento actuamos como mejor podíamos con la comprensión que teníamos de las circunstancias. Si uno se anima a soltar, aquí, ahora, aunque sea por un instante, todo el condicionamiento adherido, todos los hábitos, tendencias, opiniones que conforman el falso Yo, quizás afortunadamente, pueda vivenciar otra dimensión, la dimensión de la verticalidad, la del silencio.
El gran obstáculo es nuestro Yo.
Miguel Fochesatto