El propósito de contemplar la ausencia de signo es evitar quedar aprisionados en la trampa de las apariencias externas. Donde hay un signo, hay decepción. Buda habló de esto en el Sutra del diamante. El vapor de agua, por ejemplo, está frente a nosotros ahora mismo; el hecho de que no podamos verlo no significa que no exista. Cuando una nube se transforma en lluvia, no podemos decir, con propiedad, que la nube haya pasado del ser al no-ser. No vemos el vapor de agua, pero tan pronto como se encuentre con una masa de aire frío se convertirá en niebla o escarcha que podremos ver. Y no podemos decir que la niebla o la escarcha hayan alcanzado un estado de "ser" a partir del "no-ser". tan solo ha cambiado su forma, el signo con el que la etiquetamos.
El no-nacimiento es otra forma de describir la verdadera naturaleza de la realidad, la naturaleza de todo cuanto existe. Al contemplar la apariencia externa de las cosas, vemos nacimiento y muerte, éxito y fracaso, ser y no-ser, ida y llegada. Pero al observar más profundamente, advertimos que la verdadera naturaleza de las cosas es no-nacida e imperecedera, no viene de ninguna parte ni va a ninguna parte, no es ser ni no-ser; las cosas no constituyen una única entidad y sin embargo no están realmente separadas y aparte.
¡Sólo porque no podamos verlo no significa que no exista!
La nube no ha llegado a ser algo a partir de la nada. Antes de manifestarse en su forma actual, ya estaba ahí como agua en los ríos y océanos. Con el calor del sol se transformó en vapor de agua y, más tarde, esas gotitas diminutas se unieron para formar una nube. No pasó del "no-ser" al "ser".
Ése es el significado de no-nacimiento.
Más adelante, la nube puede cesar en esa manifestación y adoptar otras formas, como la lluvia, la nieve, el granizo, la niebla, o transformarse en un pequeño riachuelo. La nube no habrá pasado del "ser" al "no-ser". Su naturaleza no solo es no-nacida, también es imperecedera. La verdadera naturaleza de todo cuanto existe, incluidos tú y yo, es no-nacida e imperecedera.
Una vez que surja en ti la percepción del no-nacimiento y la no-muerte, experimentarás una ausencia de temor y una tremenda libertad. Ése es, en verdad, el más precioso fruto de la meditación.
Thich Nhat Hanh