La consciencia -dijo Ouspensky- no es una función, como afirman muchas obras occidentales sobre psicología, sino que es el conocimiento de una función. Por ejemplo, hay gente que emplea la palabra consciencia como si fuera sinónimo de pensar, si bien el pensamiento funciona sin el menor conocimiento de su existencia por parte del que piensa, y la consciencia puede existir sin que esté presente ningún pensamiento. La consciencia es una cosa variable que ejerce una influencia sobre la función, la presencia de un grado mayor de consciencia tiene el efecto de mejorar la calidad de nuestras distintas actividades. Mientras más conscientes estuviéramos de estar haciendo algo, mejor lo haríamos. Ouspensky ilustraba lo que quería decir apelando a una analogía.
Piotr Demiánovich Ouspensky
Asimilaba los varios centros que habíamos estado estudiando en sesiones anteriores a otras tantas máquinas que se encuentran alojadas en una fábrica, máquinas que pueden muy bien trabajar en la oscuridad, pero que funcionan mucho mejor si se encienden velas en el lugar de la fábrica en que han sido instaladas. Cuando la luz eléctrica sustituye a las velas, el desempeño de las máquinas mejora aún más, y cuando las persianas cerradas de las ventanas de las fábricas se abren de par en par y se deja entrar libremente la luz, las máquinas trabajan al máximo de su eficacia. La luz representa aquí la consciencia. Él nos decía que la experiencia habría de mostrarnos que el grado de nuestra consciencia varía a cada momento durante el día, siendo a veces un poco mayor y otras un poco menor. Si continuábamos observándonos a nosotros mismos con cuidado, veríamos que los momentos de "volver en sí" y darnos cuenta de nuestra existencia son muy cortos y están separados entre sí por largos lapsos de olvido de nosotros mismos, en los cuales pensamos, sentimos, nos movemos y actuamos sin estar conscientes en lo más mínimo de nuestra existencia. Es una insensatez decir, como lo dice mucha gente, que somos conscientes de nosotros mismos, y si fuéramos sinceros tendríamos que confesar que nos pasamos el día caminando dormidos, en un estado que se encuentra ubicado en algún punto entre el sueño que tiene lugar en la cama, y la vigilia o verdadero conocimiento de uno mismo. Hablamos, cumplimos con nuestros deberes, comemos y bebemos, escribimos cartas, hacemos la paz y declaramos la guerra, tomamos decisiones que creemos importantes, escribimos libros, todo ello en un estado de consciencia tan bajo que por lo general está más cerca de la condición de sueño, que de la de conocimiento de uno mismo. Sólo por un instante o dos nos tornamos ocasionalmente conscientes de nuestra existencia, y después, igual que una persona que se da vuelta en la cama y abre a medias los ojos, los volvemos a cerrar y volvemos otra vez a nuestros sueños.
- Fragmento escogido del libro "Enseñanza y sistema de Gurdjieff" de Kenneth Walker.
El título original del libro en inglés es: A study of Gurdjieff´s teaching y la traducción es obra de Zohar Ramón del Campo.