martes, 7 de febrero de 2012

Poesía de Fernando Pessoa

Hay bastante metafísica en no pensar en nada.

¿Qué pienso yo del mundo?
¡Yo qué sé lo que pienso del mundo!
Si enfermase pensaría en ello.

¿Qué idea tengo yo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (pero no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo lo que es misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos
comienza a no saber lo que es el sol
y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol
y ya no puede pensar en nada.
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no yerra y es común y buena.

¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y encopetados y tener ramas
y la de dar fruto en su momento, que no nos hace pensar,
a nosotros, que no sabemos tomarlas en cuenta.
Pero, ¿Qué mejor metafísica que la suya,
que es la de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben?

"Constitución íntima de las cosas"...
"Sentido íntimo del universo"...
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increíble que pueda pensarse en cosas como éstas.
Es como pensar en razones y fines
cuando el comienzo de la mañana está rayando y por
         los lados de los árboles
un vago oro brillante va perdiendo la oscuridad.

Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es exagerado, como pensar en la salud
o llevar un vaso al agua de las fuentes.
El único sentido íntimo de las cosas
es que no tengan sentido íntimo ninguno.

No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si él quisiera que yo creyera en él
vendría sin duda a hablar conmigo
y entraría por mi puerta adentro
diciéndome. ¡Aquí estoy!

(Tal vez, es esto ridículo a los oídos
de quien, por no saber lo que es mirar las cosas,
no comprende a quien habla de ellas
con la forma de hablar que el observarlas enseña).

Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el sol y la luna,
entonces creo en él.
entonces creo en él en todo instante
y mi vida es toda una oración y una misa
y una comunión con los ojos y por los oídos.

Pero si Dios es los árboles y las flores
y los montes y la luna y el sol
¿Para qué le llamo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luna;
porque si él se hizo, para que le viera yo,
sol y luna y flores y árboles y montes,
si él se me aparece como árboles y montes
y luna y sol y flores,
es que quiere que le conozca
como árboles y montes y flores y luna y sol.

Y por eso le obedezco
(Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
le obedezco en vivir, espontáneamente,
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luna y sol y flores y árboles y montes
y le amo sin pensar en él
y le pienso viendo y oyendo
y ando siempre con él.


Tomado de los poemas escritos por Alberto Caeiro