Por J. Krishnamurti
Sabemos, ciertamente que dentro de nosotros hay dos capacidades opuestas: la de destruir y la de crear, la de ser buenos y la de ser nocivos. Ahora bien, ¿son ellas independientes la una de la otra? ¿La voluntad de destruir está separada de la voluntad de vivir, o esta voluntad de vivir, de devenir, es en sí misma un proceso de destrucción? ¿Qué es lo que nos lleva a destruir? ¿Qué es lo que nos torna iracundos, ignorantes, brutales? ¿Qué es lo que nos induce a matar, a vengarnos, a engañar? ¿Es una voluntad ciega, algo sobre lo cual no tenemos dominio alguno (llamémosle "el diablo") y que constituye una fuerza independiente para el mal, o es una ignorancia invencible? ¿El instinto destructor es insubstancial, o responde a una más honda exigencia de vida, de ser, de devenir? ¿Esta reacción no podrá nunca ser superada, o se la puede sujetar para examinarla y de ese modo comprenderla? Sujetar, contener una reacción, es posible. ¿Pero hay acaso algún punto ciego que no consiente ser examinado, algún resultado de la herencia, algo innato que ha condicionado nuestro pensamiento hasta el extremo de tornarnos incapaces de observarlo? Por ello solemos creer que existe un poder de destrucción, una fuerza para el mal que no puede ser superada.
No hay duda de que todo lo que ha sido creado, constituido, puede ser entendido por quienes lo han creado. Este doble proceso del bien y del mal está en nosotros para crear y para destruir. Nosotros lo hemos creado, de modo que nosotros podemos comprenderlo; más que ello debemos poseer la facultad de imparcial observación de nosotros mismos, la cual requiere un estado de conciencia grandemente alerta, despierta y flexible. También solemos decir que en nosotros existe el mal en estado latente, un poder que en sí mismo es destructor. Aunque seamos afectuosos, generosos, compasivos, este poder, al igual que un terremoto sería totalmente impersonal y tendería a manifestarse brusca y violentamente a través de nosotros.
¿Es ello realmente así? ¿Nosotros no podríamos, entendiéndonos a nosotros mismos, entender las fuerzas que en nosotros existen para destruir y para crear? Si nos es dado empezar por disipar la confusión que existe en la capa superficial de nuestra mente consciente, en ella se proyectarán luego, una vez despejada y clara, las capas más profundas de la conciencia con todo su contenido. Esta clarificación de la capa superficial se produce cuando el pensamiento-sentimiento se mantiene apartado, sin identificarse con nada, capacitándose en esa forma para observar sin comparar ni juzgar. Sólo entonces puede la mente consciente descubrir lo que es verdadero. Podréis así verificar por vosotros mismos si en vosotros hay o no algún elemento de destrucción. Entonces descubriréis si él es un resultado de la limitación, si se trata de la ignorancia, o si, por último es algún punto ciego o alguna maligna fuerza independiente, imposible de controlar. Sólo cuando podáis descubrir si es lo uno o lo otro, seréis capaces de superar ese elemento de destrucción.
Cuando más os comprendéis a vosotros mismos y así lleguéis al recto pensar, tanto menos comprobaréis en vosotros la presencia de la influencia o tendencia alguna que no podáis superar.
Y en el curso de este proceso hallaréis el éxtasis que trae consigo el entendimiento, la sabiduría. No es la fe ni la esperanza de los tontos. Entendiéndonos a nosotros mismos completamente y creando así la facultad de penetrar en lo más hondo de nuestro ser, hallaremos que no hay nada susceptible de escapar al examen y a la comprensión. De este conocimiento propio emana el entendimiento creador. No entendiéndonos a nosotros mismos, en cambio, vivimos hundidos en la ignorancia.
Lo que el pensamiento ha creado, el pensamiento puede superar.
- Junio 25 de 1944 - Conferencia pronunciada en Ojai, California.
Traducción del inglés por Arturo Orizábal Quintana.