El hábito físico produce insensibilidad. Evidentemente un hábito de drogas, de bebidas alcohólicas, de fumar, cualquier hábito tiene que insensibilizar el cuerpo, y esto afecta la mente. La mente, que es en sí la percepción total, tiene que ver con mucha claridad, sin confusión, y en ella no debe haber conflictos de ninguna clase.
El conflicto no es sólo desperdicio de energía; además, embota la mente, la vuelve perezosa, pesada, estúpida. Una mente así, presa del hábito, es insensible. Por esta insensibilidad, por este embotamiento, no aceptará nada nuevo, porque tiene miedo a aceptar algo nuevo como una idea, una ideología o una nueva fórmula (sería el colmo de la estupidéz, de la idiotéz). Al darnos cuenta de cómo todo este proceso de vivir en el hábito produce la insensibilidad, incapacitando la mente para comprender, percibir y moverse con rapidez, empezamos a ver el temor como es realmente. Viendo que es producto del pensamiento, entonces nos preguntamos si podemos mirar cualquier cosa sin que funcione toda la maquinaria del pensamiento. No sé si usted a mirado alguna vez una cosa sin poner a funcionar esa maquinaria. Ello no significa que soñemos despiertos, no quiere decir que usted se vuelva inseguro, que vague por ahí en una especie de sordo estupor; al contrario, implica ver toda la estructura del pensamiento -el pensamiento mismo- que tiene cierto valor a determinado nivel, y ningún valor a otro nivel.
Mirar el temor, mirar el árbol, mirar a su esposa o a sus amigos, mirar con ojos que el pensamiento no haya tocado en absoluto...Cuando usted haya logrado esto, dirá que el temor no tiene realidad alguna, que es producto del pensamiento y como todos los productos del pensamiento -excepto los de la tecnología- carece de toda validéz.
De modo que mirando el temor y dejándolo en libertad, termina el temor. Uno espera ver la verdad, escuchando todo esto esta mañana, escuchando, otorgando auténtica atención, no a las palabras o a los razonamientos, no a la secuencia lógica o ilógica, etc., sino escuchando en efecto. Y si usted ve la verdad de esto, de lo que se está diciendo, al salir de este edificio, estará libre del temor.
J. Krishnamurti
El conflicto no es sólo desperdicio de energía; además, embota la mente, la vuelve perezosa, pesada, estúpida. Una mente así, presa del hábito, es insensible. Por esta insensibilidad, por este embotamiento, no aceptará nada nuevo, porque tiene miedo a aceptar algo nuevo como una idea, una ideología o una nueva fórmula (sería el colmo de la estupidéz, de la idiotéz). Al darnos cuenta de cómo todo este proceso de vivir en el hábito produce la insensibilidad, incapacitando la mente para comprender, percibir y moverse con rapidez, empezamos a ver el temor como es realmente. Viendo que es producto del pensamiento, entonces nos preguntamos si podemos mirar cualquier cosa sin que funcione toda la maquinaria del pensamiento. No sé si usted a mirado alguna vez una cosa sin poner a funcionar esa maquinaria. Ello no significa que soñemos despiertos, no quiere decir que usted se vuelva inseguro, que vague por ahí en una especie de sordo estupor; al contrario, implica ver toda la estructura del pensamiento -el pensamiento mismo- que tiene cierto valor a determinado nivel, y ningún valor a otro nivel.
Mirar el temor, mirar el árbol, mirar a su esposa o a sus amigos, mirar con ojos que el pensamiento no haya tocado en absoluto...Cuando usted haya logrado esto, dirá que el temor no tiene realidad alguna, que es producto del pensamiento y como todos los productos del pensamiento -excepto los de la tecnología- carece de toda validéz.
De modo que mirando el temor y dejándolo en libertad, termina el temor. Uno espera ver la verdad, escuchando todo esto esta mañana, escuchando, otorgando auténtica atención, no a las palabras o a los razonamientos, no a la secuencia lógica o ilógica, etc., sino escuchando en efecto. Y si usted ve la verdad de esto, de lo que se está diciendo, al salir de este edificio, estará libre del temor.
J. Krishnamurti