lunes, 22 de abril de 2013

DOS FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO "EGO Y NO EGO" DE RADMILA MOACANIN

Dentro del sistema tántrico, cualquier placer mundano, cualquier experiencia de los sentidos, cualquier circunstancia en este mundo, cuando se aplica la sabiduría, puede convertirse en una oportunidad para la iluminación. Hemos visto que sabiduría (pragna), implica no-exclusividad, no-apego, el principio de relatividad, sunyata.
El mayor obstáculo es el ego. Según el pensamiento budista, el ego, o mejor dicho, la percepción de nuestro propio "yo", es la raíz de todos los problemas y sufrimientos. Cuando los budistas hablan del ego, se refieren a la creencia ilusoria en una entidad separada, concreta, sólida, independiente y desconectada de cualquier otro fenómeno. Naturalmente, en este sentido, el ego se convierte en una barrera insuperable entre uno mismo y el resto del mundo, impidiendo toda verdadera comunicación y comunión, no sólo son los demás sino también con lo más profundo de uno mismo. Esta barrera debe ser demolida, y éste es el problema principal en el camino a la liberación.
Así, el propósito no es tanto la disolución del ego como la disolución del punto de vista falso sobre el ego;
y lo que debe lograrse es una apertura a todas las posibilidades que se presenten, y, sobre todo, la comprensión de que somos infinitamente más de los que creemos ser cuando nos identificamos con nuestro pequeño ego concreto. Cuando nos hemos liberado de la esclavitud de nuestro mundo egocéntrico, tenemos potencialidades ilimitadas; como dirían los budistas, podemos convertirnos en un buda.
Además, según Jung, el ego, lleno de distorsiones y proyecciones, necesita ser disuelto antes de que pueda emerger el Sí mismo. El Sí mismo, no obstante, dado que es la totalidad de la psique, incluye al ego. En el proceso de individuación no se destruye el ego, más bien, se lo subordina al Sí mismo. El ego deja de ser el centro de la personalidad; el Sí mismo, el mandala que une todos los opuestos, deviene el centro. Lo que se disuelve es el ego concreto, inflado, el que persigue únicamente sus propios propósitos, el que sólo sigue sus propios impulsos. El ego individualizado, en relación al Sí mismo, no solamente es necesario para un funcionamiento adecuado en lo que los budistas llaman el nivel mundano de la realidad; es también de crucial importancia en el encuentro con lo transpersonal, para preservar la integridad de la psique.
Para Jung, el objetivo de a psicoterapia es la transformación, y la desaparición del ego es el único criterio de cambio. Pero sostiene que, con los occidentales, a menudo debe producirse "un primer ego consciente y una comprensión cultivada a través del análisis, antes de pensar siquiera en la abolición del ego".

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No obstante, en el sentido alquímico de solutio, la disolución de un terreno duro, seco de conciencia egótica a través de la confrontación, y la fertilización con el fluido inconsciente, es un prerrequisito necesario para que tenga lugar la transmutación. Ésta es otra forma de ver el sacrificio del ego personal al Sí mismo transpersonal, el continuo proceso de muerte y renacimiento. La experiencia de la no dualidad, la experiencia mística o cualquier acto creativo debe pasar por este proceso.
La ilusión de un ego permanente, separado, implica que no exista la individualidad. Nuestra unidad esencial con el universo, según Lama Govinda,

..."no es igualdad o identidad incondicional, sino una relación orgánica, en la que la diferenciación y la exclusividad de función son tan importantes como la unidad básica o última.
"Individualidad y universalidad no son valores mutuamente excluyentes, sino las dos caras de una misma realidad, que se compensan, se completan y se complementan una a la otra convirtiéndose en la experiencia de la iluminación. Esta experiencia no disuelve la mente en un todo amorfo, sino que aporta la comprensión de que el propio individuo contiene la totalidad focalizada en su auténtico centro."

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Universalidad e individualidad, unidad y diversidad, pleroma y creatura, nirvana y samsara, las "dos caras de la misma realidad"; nada podría existir sin su opuesto.

Radmila Moacanin

Nota: La autora es psicóloga y ha estudiado y practicado intensamente el budismo Zen y el budismo tibetano. Ha profundizado en las similitudes, semejanzas y en las diferencias entre religión y psicología oriental u occidental. Como pocas autoras realiza una comparación comprometida, una investigación hasta las últimas consecuencias de las sincronías entre ambos sistemas. Una autoridad, una autora de gran prestigio. Su conocimiento del tantra dentro del budismo tibetano es tan notable, como su brillantez para ilustrarnos sobre la transformación espiritual dentro del ámbito de la psicología.
Los dos extractos fueron tomados de uno de sus libros más importantes: Dos caminos hacia el corazón. (la psicología de Jung y el budismo tibetano.) Un libro que recomiendo leer porque despeja muchas dudas que uno pueda tener a la hora de querer comprender cuáles son los puntos de coincidencia entre estas disciplinas.
El libro esta editado en español por la editorial Luciérnaga, y la traducción estuvo a cargo de Montse Castellá.
Miguel Fochesatto