jueves, 11 de abril de 2013

Sobre el pesar ajeno

¿Puedo contemplar el dolor de alguien
sin sentir con él tristeza?
¿Puedo ver el pesar de alguien
sin intentar aliviarlo?

¿Puedo contemplar la lágrima derramada
sin compartir el dolor?
¿Puede un padre ver a su hijo
llorar sin verse embargado por la pena?

¿Puede una madre escuchar impávida
el lamento de un niño, el temor de un niño?
¡No,no! ¡Imposible!
Nunca, nunca será eso posible.

¿Puede  aquél que a todo sonríe
oír los gemidos del pajarillo?
¿Oír a sus pequeñuelos apesadumbrados y necesitados?
¿Escuchar el llanto de los niños que sufren?

¿Sin sentarse a la vera del nido
rociando de piedad sus pechos?
¿Sin sentarse junto a la cuna
vertiendo lágrimas sobre las lágrimas del niño?

¿Y no pasarse noche y día
enjugando nuestras lágrimas?
Oh, no; eso nunca será posible.
Nunca, nunca será posible.

Nos depara a todos su alegría;
se transforma en chavalillo;
se transforma en hombre compasivo.
También él siente pesar.

Piensa que eres incapaz de suspirar un suspiro
sin que tu hacedor no esté a tu lado;
piensa que no puedes llorar una lágrima
sin que tu hacedor no esté cerca.

Ah, nos da la alegría
que destruye nuestras penas.
Hasta que nuestro pesar se haya esfumado
junto a nosotros se lamentará.


William Blake