martes, 9 de abril de 2013

DOS POEMAS DE ROBERT DESNOS

         


 
         Los grandes días del poeta

Los discípulos de la luz sólo inventaron tinieblas apenas opacas.
El río arrastra un diminuto cuerpo de mujer lo que es indicio
     de un final próximo.
La viuda vestida con ropas nupciales se equivoca de séquito.
Todos llegaremos con atraso a nuestras tumbas.
Un navío de carne encalla en una playa pequeña. El timonel
     invita a los pasajeros a callarse.
Las olas esperan impacientes. ¡Más Cerca de Ti oh Dios mío!
El timonel invita a las olas a hablar. Éstas hablan.
La noche ocluye sus frascos con estrellas y hace fortuna con 
     la exportación.
Se construyen grandes tableros para vender ruiseñores. Pero
     no pueden satisfacer los deseos de la Reina de Siberia
     que quiere un ruiseñor blanco.
Un comodoro inglés jura que no lo sorprenderán más reco-
     lectando salvia de noche entre los pies de las estatuas
     sal.
A propósito de esto una pequeña salera con Cerebros se en-
     dereza con dificultad sobre sus delgadas piernas.
Y derrama en mi plato todo lo que me queda por vivir.
Lo bastante para salar el océano Pacífico.
Pondréis en mi tumba un salvavidas.
Porque uno nunca sabe. 

                                    C'est les bottes de sept lieues
                                    cette phrase "Je me vois".




          Como una mano...

Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio
    se levanta al modo de los rayos del sol poniente, así surgen
    por todas partes tus miradas.
Quizá ya no haya tiempo, ya no haya tiempo para verme,
Pero la hoja que cae y la rueda que gira te dirán que nada
     perdura en la tierra,
Salvo el amor,
Y de esto quiero convencerme.
Botes de salvamento de colores rojizos,
Tempestades en fuga,
Un vals anticuado que se llevan el tiempo y el viento por los
     largos caminos del cielo.
Paisajes.
No quiero más abrazos que aquel al que aspiro,
Y muera el canto del gallo.
Como una mano que en el instante de la muerte se crispa, así
     se oprime mi corazón.
Nunca he llorado desde que te conocí.
Quiero demasiado a mi amor para llorar.
Tú llorarás sobre mi tumba,
o yo sobre la tuya.
No será demasiado tarde.
Hasta mentiré. Diré que fuiste mi amante,
Y al final todo es tan absolutamente inútil,
A tí y a mí muy cerca nos espera la muerte.

                              A la mystérieuse (Corps et Biens)