domingo, 3 de febrero de 2013

LA GUERRA SANTA - tercera face -

Ahora saben que quiero  hablar de la guerra santa. Y aquel que se haya declarado esa guerra, está  en paz con sus semejantes, y aunque esté en el campo de la más violenta de las batallas, en el fondo del fondo de sí mismo reina una paz más activa que todas las guerras. Y cuanto más reina la paz en el fondo del fondo, en el silencio y la soledad central, con mayor rabia se abate la guerra contra el tumulto de las mentiras y la gran ilusión.
Y en ese enorme silencio envuelto en gritos de guerra, escondido desde afuera por el huyente espejismo del tiempo, el eterno  vencedor escucha las voces de otros silencios. Solo, después de haber roto la ilusión de no estar solo, solo, ya no está solo para estar solo. Estoy separado de él por los ejércitos de fantasmas que quiero aniquilar. ¡Que pueda yo un día instalarme en esa ciudadela! Y sobre las murallas, ¡que sea destrozado hasta el hueso, para que el tumulto no llegue a la cámara real!
"¿Mataré?", pregunta Arjuna, el guerrero. "¿Pagaré el tributo a César?, pregunta otro. Mata, se le responde, si eres asesino. No tienes elección. Pero si tus manos se enrojecen con la sangre de los enemigos, no dejes que una sola gota salpique la cámara real, donde espera el vencedor inmóvil.
Paga, se le responde, pero no dejes que César mire ni siquiera una vez el tesoro real.
Y yo, que en el mundo de César no tengo otra moneda que las palabras, ¿hablaré?
Hablaré para llamarme a la guerra santa. Hablaré para denunciar a los traidores que he alimentado. Hablaré para que mis palabras avergüencen a mis acciones, hasta el día en que una paz acorazada de truenos reine en la cámara del eterno vencedor.
Y porque he empleado la palabra guerra, y porque esa palabra guerra hoy no es más que un simple ruido que la gente instruida hace con sus bocas; porque ahora es una palabra seria y llena de sentido, se sabrá que hablo seriamente y que no son vanos ruidos que hago con mi boca.

René Daumal