miércoles, 28 de marzo de 2012

El sol se pone

                      I         


¡Pronto dejarás de estar sediento,
corazón abrazado!
Hay un presagio en el aire,
soplos me llegan de bocas desconocidas:
viene un gran frescor...

Mi sol caía ardiente sobre mí al mediodía:
¡bienvenidos, vosotros que llegáis,
vientos repentinos,
frescos espíritus del atardecer!

El aire pasa extraño y puro.
¿No me guiña la noche
con seductora
mirada de soslayo?...
¡Aguanta firme, valiente corazón mío!
No preguntes: ¿por qué?


                   2

¡Día de mi vida!
¡se acerca la noche!
Ya enrojece tu ojo
semicerrado,
ya manan gota a gota
lágrimas de tu rocío,
ya fluye silenciosa sobre blancos mares
la púrpura de tu amor,
tu postrera beatitud vacilante...


                   3

¡Serenidad, áurea, ven!
¡tú, la más secreta, la más dulce pregustación
de la muerte!
-¿Recorrí demasiado apresa mi camino?-
Justo ahora cuando el pie se ha cansado,
me llega tu mirada,
me llega tu dicha.
En derredor sólo olas y juego.
Lo que antes fue gravoso
naufragó en azul olvido,
ociosa está ya mi barca.
Tempestades y viajes, ¡cuán olvidados los tiene!
Deseos y esperanzas anegados,
tersos están alma y mar.

¡Séptima soledad!
Jamás sentí
dulce seguridad más cercana,
mirada del sol más cálida.
-¿No sigue rojo el hielo de mis cimas?-
Plateada, ligera, un pez,
mi barca navega a mar abierto...




Comparto esta poesía de Nietzsche porque la traducción de Laureano Pérez Torre me parece maravillosa.
En un lugar del prólogo, Pérez Torre dice: "El quiso ser, y que su superhombre lo fuera, un creador total: artista, filósofo, revulsivo de conciencias, o, según su propia metáfora zoológica, "paloma, serpiente y cerdo".
M.F.