"La vida eterna es conocer a Dios". Este es el motivo por el cual los maestros dicen que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas despojadas de todas sus imágenes de criaturas, y que las conocen en la única imagen que es Dios, en la cual Dios se conoce, se quiere y se ama a sí mismo así como a todas las cosas. Es lo que Dios mismo nos enseña a pedir y a desear cuando decimos: "Padre nuestro, santificado sea tu nombre", es decir que te conozca sólo a ti, "que venga tu reino", con el fin de que yo nada tenga que considere como rico, y que no conozca otra cosa que tú, el Rico. Esta es la razón por la que el Evangelio dice: "Bienaventurados los pobres de espíritu", es decir los pobres de voluntad, y le pedimos a Dios que "su" voluntad se haga "sobre la tierra", es decir en nosotros, "como en el cielo", es decir en Dios mismo. El hombre que se halla en esta disposición está de tal modo unido a la voluntad de Dios que quiere todo lo que Dios quiere y de la manera como Dios lo quiere. Y queriendo Dios en cierta manera que yo haya cometido pecados, yo no debo querer no haberlos cometido, pues así es como la voluntad de Dios se hace "sobre la tierra", es decir mediante las faltas, "como en el cielo", es decir mediante el bien realizado. Del mismo modo el hombre quiere verse privado de Dios por Dios, verse separado de Dios por Dios, y en esto consiste solamente el justo arrepentimiento de mis errores.
Así, lamento mi pecado sin sufrir por él, del mismo modo que Dios lamenta todo el mal sin sufrir por él. Sufro, experimento el mayor sufrimiento a causa del pecado (pues por nada de lo que ha sido creado o pueda ser creado, aún si hubiese mil universos en la eternidad, yo querría cometer un pecado), mas sufro sin sufrir, tomo y recojo los sufrimientos en y por la voluntad de Dios.
Sólo un sufrimiento tal es un sufrimiento perfecto, porque emana y procede del amor puro, de la bondad, y la dicha más pura de Dios.
De este modo es cierto, y así debe entendérselo, lo que digo en este breve libro, a saber:
que el hombre bueno, en la medida en que es bueno, penetra en todo el ser propio de la Bondad misma que Dios es en sí mismo.
Meister Eckhart
Así, lamento mi pecado sin sufrir por él, del mismo modo que Dios lamenta todo el mal sin sufrir por él. Sufro, experimento el mayor sufrimiento a causa del pecado (pues por nada de lo que ha sido creado o pueda ser creado, aún si hubiese mil universos en la eternidad, yo querría cometer un pecado), mas sufro sin sufrir, tomo y recojo los sufrimientos en y por la voluntad de Dios.
Sólo un sufrimiento tal es un sufrimiento perfecto, porque emana y procede del amor puro, de la bondad, y la dicha más pura de Dios.
De este modo es cierto, y así debe entendérselo, lo que digo en este breve libro, a saber:
que el hombre bueno, en la medida en que es bueno, penetra en todo el ser propio de la Bondad misma que Dios es en sí mismo.
Meister Eckhart