Supón que una barca está cruzando un río y que otra barca, vacía, está a punto de chocar con ella. Aun un hombre irritable no se enojaría. Pero supón que hubiese alguien en la segunda barca. Entonces el ocupante de la primera le gritaría que se mantuviese apartado. Y si no le oía la primera vez, ni aun cuando le llamase tres veces, malas palabras seguirían inevitablemente. En el primer caso la barca estaba vacía, en el segundo estaba ocupada. Y así ocurre con el hombre. Si pudiera cruzar vacío la vida, ¿quién podría dañarle?
Chuang Tse