Toda
mi enseñanza gira en torno a la pretensión de afirmar que existe un ser
esencial. No se trata en absoluto, de una realidad que existe en el hombre y en
la experiencia que tiene de sí mismo.
Sería ridículo negar el mundo y atribuirlo a la
imaginación, como hacen ciertas filosofías relegiosas, para decir que no hay
más que esa realidad interior... ¡Ciertamente no! Pero el mundo en el que el
hombre se halla es el mundo del hombre, es decir, nosotros percibimos lo que
nos rodea en función de lo que somos. Le transmito, a este respecto, una
reflexión de un filósofo ruso que dice que para ver movimiento en el cine se
necesitan diecinueve exposiciones por segundo. Por segundo, o sea, una
pulsación. Imaginemos entonces un ser cuyo pulso lata mil veces más rápido y
otro mil veces más lento. Para el primero, un movimiento muy rápido sería algo
que apenas se mueve, mientras que para el segundo lo que apenas se mueve
parecería un movimiento rápido. Dicho de otra forma, para uno el ritmo
día-noche sería una sucesión vertiginosa de negro-blanco, negro-blanco,
negro-blanco..., así serían sus días.
Por consiguiente, el mundo, tal y como nosotros lo
concebimos, está totalmente en función de la estructura de la consciencia
humana. Nosotros consideramos las cosas creyendo que son tal como se nos
presentan; pero, en realidad, sólo existen en función de nosotros, de nuestra
consciencia: una mosca, por ejemplo, tiene una sensibilidad completamente
distinta a la nuestra. Estamos perdidos si queremos reflexionar sobre la
realidad sin tener en cuenta al hombre...
K.G. Dürckheim
Trad. del Francés por David García Valverde
La pregunta es de Alphonse Goettmann
Trad. del Francés por David García Valverde
La pregunta es de Alphonse Goettmann