miércoles, 23 de enero de 2013

Árbol

"Cortad directamente de raíz! ¿De qué sirve cuestionar las hojas y las ramas?".

Durante la luna llena de mayo, en los jardines de lumbini, bajo un árbol en flor, la reina Maya dio a luz a Siddharta Gautama, aquel que llegaría a ser Buda. Así comienza la leyenda y la historia. Ya adulto, tras haber pasado largos años en el corazón del bosque con su ascetismo como única posesión, el príncipe Gautama se sienta durante seis días bajo una higuera salvaje llamada de las pagodas, un árbol bajo el cual los mercaderes conducían sus negocios. Ahí medita y decide no abandonar su lugar antes de haber logrado la plena consciencia. Es bajo este gran vegetal, símbolo de vida, como el sabio obtiene la luz y libera su espíritu. La naturaleza y sus leyes se hacen transparentes para él. La ficus religiosa deviene el árbol de la bodhi, el árbol del despertar. El del té, por su parte, es considerado el arbusto del dharma, el arbusto de la Ley.
Los textos sagrados de la antigua india, los Upanisads y el Bhagavad Gita, cuentan que el dios hindú Vishnu habría igualmente nacido bajo la sombra de una higuera, cuyos frutos fueron su primer alimento. Tres siglos antes de nuestra era, el emperador Asoka, glorioso difusor de la doctrina budista, hizo enviar una rama de la higuera sagrada a la isla de Sri Lanka. El árbol que surgiría de esa rama es todavía hoy venerado por los peregrinos en la ruta de Kandy, antigua capital de los reyes cingaleses e importante centro de estudios y prácticas. En el arte budista, el árbol tiene una presencia central. Indica la vía del conocimiento.
Jean-Luc Toula-Breysse