"La lucha contra el "falso Yo", contra el rasgo o el defecto principal, es la parte más importante del trabajo, pero esta lucha debe traducirse en hechos, no en palabras. Con este fin el maestro da a cada uno tareas definidas que para ser llevadas a cabo exigen la conquista del rasgo principal. Cuando un hombre se encarga de cumplir con una de estas tareas, él lucha contra sigo mismo. Si evita las tareas, si esquiva su realización, esto significa ya sea que no quiere trabajar, o que no puede.
Por regla general, el maestro da al comienzo sólo tareas muy fáciles que no se pueden aún llamar tareas, y no habla de ellas sino con palabras encubiertas: más bien que darlas, las sugiere. Si ve que se le comprende y que las tareas se realizan, pasa luego a tareas más difíciles.
Estas nuevas tareas, aunque son sólo subjetivamente difíciles, se llaman "barreras". Una barrera seria tiene la particularidad que el hombre que llega a franquearla no puede jamas regresar a su vida ordinaria, a su sueño ordinario. Y si después de haber pasado la primera barrera, tiene miedo de las que siguen, si no va adelante, por así decirlo se detiene entre dos barreras y ya no puede ni avanzar ni retroceder. Nada peor puede sucederle a un hombre. Por eso, el maestro es siempre muy prudente en la elección de las tareas y de las barreras, en otras palabras, no se arriesga a dar tareas definidas que exigen la conquista de barreras interiores sino a aquellos que ya han sido probados en pequeñas barreras.
"A menudo sucede que las personas detenidas por alguna barrera, usualmente la más pequeña y la más simple, se levantan contra el trabajo, contra el maestro, contra los otros miembros del grupo y los acusan precisamente de lo que les acaban de revelar sobre sí mismos.
"Algunas veces se arrepienten después, y se culpan a sí mismos; luego vuelven la culpa a los demás; después de lo cual se arrepienten otra vez, y así sucesivamente. No hay nada que pueda mostrar mejor lo que es un hombre que su actitud hacia el trabajo y hacia el maestro después de haberlos abandonado.
G. I. Gurdjieff
Por regla general, el maestro da al comienzo sólo tareas muy fáciles que no se pueden aún llamar tareas, y no habla de ellas sino con palabras encubiertas: más bien que darlas, las sugiere. Si ve que se le comprende y que las tareas se realizan, pasa luego a tareas más difíciles.
Estas nuevas tareas, aunque son sólo subjetivamente difíciles, se llaman "barreras". Una barrera seria tiene la particularidad que el hombre que llega a franquearla no puede jamas regresar a su vida ordinaria, a su sueño ordinario. Y si después de haber pasado la primera barrera, tiene miedo de las que siguen, si no va adelante, por así decirlo se detiene entre dos barreras y ya no puede ni avanzar ni retroceder. Nada peor puede sucederle a un hombre. Por eso, el maestro es siempre muy prudente en la elección de las tareas y de las barreras, en otras palabras, no se arriesga a dar tareas definidas que exigen la conquista de barreras interiores sino a aquellos que ya han sido probados en pequeñas barreras.
"A menudo sucede que las personas detenidas por alguna barrera, usualmente la más pequeña y la más simple, se levantan contra el trabajo, contra el maestro, contra los otros miembros del grupo y los acusan precisamente de lo que les acaban de revelar sobre sí mismos.
"Algunas veces se arrepienten después, y se culpan a sí mismos; luego vuelven la culpa a los demás; después de lo cual se arrepienten otra vez, y así sucesivamente. No hay nada que pueda mostrar mejor lo que es un hombre que su actitud hacia el trabajo y hacia el maestro después de haberlos abandonado.
G. I. Gurdjieff